UNA HERRAMIENTA PARA INVOLUCRAR A POLÍTICOS Y ABOGADOS

En febrero de 2017, recibí un Premio Cultural en Barcelona y, dos días más tarde, organizamos una proyección especial en dicha ciudad. La Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de España había leído una entrevista en La Contra de La Vanguardia (equivalente a la estadounidense Fresh Air), y decidió venir a una de mis proyecciones en la impresionante Biblioteca y Centro de Mujeres de Barcelona. Cuando le saludé y le pedí que hiciera algunas observaciones después de la película, me dijo, “Chelo, he venido aquí a aprender”. Me sentí muy honrada. Su numerosa comitiva coincidía en que se fuera antes de la sesión de preguntas y respuestas, pero ella insistió en quedarse hasta el final y quiso darme un abrazo antes de irnos. Esa gira fue tan agotadora para mí que me había salido un herpes zóster en la cara y por eso yo rechacé su abrazo, pero ella persistió diciendo que no le importaba, que la película le había emocionado tanto que quería utilizarla. Ya me han invitado a proyectarla en España en septiembre durante el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres y Niños.

En 2016, la Fundación del Colegio de Abogados de España nos invitó a proyectar Arenas de Silencio en Madrid el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

El 10 de julio de 2017, junto con nuestros socios de Equality Now [Igualdad Ya], tuvimos la oportunidad de presentar la película como evento secundario en el Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York. El embajador español en la ONU presentó el acto y lo copatrocinaron las organizaciones ONU Mujeres y Apne Aap Women Worldwide [Mujeres de todo el Mundo].

El 11 de julio de 2017, el Centro Cyrus R. Vance para la Justicia Internacional y el Colegio de Abogados de Nueva York, junto con nuestros colaboradores Equality Now [Igualdad Ya], nos invitaron a presentar la película. Durante la ronda de preguntas, con una sala llena de juristas, una joven estudiante, obviamente afectada por lo que acababa de ver, preguntó cómo conseguí romper el silencio y contar mi experiencia, ya que ella era víctima de abuso y nunca había encontrado el valor de decirlo. Sus lágrimas dieron lugar a una sonrisa cuando le dije que acababa de hacerlo.

UNA HERRAMIENTA PARA TRANSFORMAR A LOS PERPETRADORES

UNA HERRAMIENTA PARA TRANSFORMAR A  LOS PERPETRADORES

El día después de la proyección con la Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, hice frente a un grupo de 25 culpables de violencia sexual en una cárcel de Barcelona. Entre ellos había pedófilos, violadores, traficantes y suministradores de pornografía infantil. Estaba un poco nerviosa. Les dije que, después de trabajar 20 años con víctimas, esta era la primera vez que me enfrentaba a los que estaban al otro lado y, echando mano de las palabras de la Ministra de Sanidad, señalé que estaba allí para aprender. Creo que eso ayudó a que se abrieran un poco por dentro. Se pusieron en círculo y a muchos se les saltaron las lágrimas. También había terapeutas y personal de la cárcel en la sala. La primera pregunta vino de un recluso culto y bien vestido: “Chelo, soy el protagonista de algo muy parecido a lo que te pasó a ti. ¿Le perdonaste?” Esta pregunta es muy frecuente, pero es muy diferente cuando la hace un agresor.

Sands of Silence in Prison

Algunos me dieron las gracias por haber ido a presentar la película, a pesar de ser víctima yo misma. La película les dio remordimientos de conciencia sobre lo que habían hecho, y algunos no pudieron dormir esa noche. Un recluso de Ecuador describió su adolescencia en las calles de Guayaquil y el hecho de que tenía que pasar por encima de cadáveres asesinados de camino al colegio. Estuvo varias veces en la cárcel en Ecuador antes de venir a España, y más adelante sometió a su mujer a abusos espantosos. Algunos me preguntaron cómo les veía, si pensaba que eran monstruos. Les dije con total honestidad que les veía como seres humanos, que todos tenemos dentro una víctima y un verdugo. Entonces empezaron a hablar sin trabas. Un hombre mayor dijo, “Necesitamos romper el silencio, pero no solo en las familias de las víctimas, sino también en las de los agresores. ¿Cómo puede ser que mi familia nunca se diera cuenta de que tenía problemas en la adolescencia? No podía recurrir a ningún sitio ni a nadie. Por eso estoy aquí ahora”. Hablaron de conflictos y de experiencias, pero sobre todo dijeron que querían que se les escuchase. Cuando ya nos íbamos, el preso bien vestido se me acercó y me dijo, “Soy médico, y abusé de una de mis pacientes”. Se me puso la carne de gallina. “Y siempre estuve involucrado con organizaciones de derechos humanos, apoyando a muchas de ellas”, continuó. “No sé qué me ocurrió”. Me preguntó con suma urgencia, “Hablas de perdón y reparación. Crees que estar aquí, en esta cárcel, se puede considerar ‘reparación’?” Por supuesto que dije que no, que la cárcel era algo impuesto por la sociedad. Él debía asumir plena responsabilidad, afirmé, intentar compensar su crimen haciendo algo positivo, ayudar a alguien, escribir sobre ello, etc. Más tarde supe que el grupo con el que me reuní llevaba dos años siguiendo un programa de rehabilitación. Y el personal de la cárcel me dijo que han tenido resultados mucho mejores rehabilitando con terapia a perpetradores de violencia sexual que a cualquier otro tipo de agresores. Entonces me di cuenta de que si verdaderamente queremos curar el tejido social infectado de esta pandemia, quizá podríamos empezar por escuchar también a los perpetradores. En cuanto se fueron de la sala, rompí a llorar. La situación era abrumadora, pero sentí que había esperanza.

Sands of Silence Brians Prison
Chelo y Virginia Isaias con internos e internas en el Centro Penitenciario Brians, Barcelona, España.
Sands of Silence in Prisons
Chelo con internos en el debate sobre la película en la Cárcel de Logroño, España.

UNA HERRAMIENTA PARA EMPODERAR A LOS JÓVENES

ESCUELAS SECUNDARIAS Y UNIVERSIDADES

La primera vez que presentamos nuestra película documental recién terminada a alumnos de secundaria en Santa Mónica (California), una chica de las mayores ya había levantado la mano cuando empezamos la ronda de preguntas: “Pero ¿cómo pudiste perdonar?”, dijo, “porque a mí me resulta imposible perdonar a los que han abusado sexualmente de mí”. Esa pregunta no nos la esperábamos. Esta proyección era una prueba y no teníamos ni idea de que nuestro documental llegaría tan adentro a los adolescentes. Desde entonces hemos tenido muchas oportunidades de testimoniar el impacto del filme en escuelas y universidades, desde Mexicali (la ciudad mexicana en la frontera con EE UU) hasta México DF, Barcelona, las universidades de Oxford y Yale y los institutos de España.

Sands of Silence a tool to empower students

Durante la sesión de preguntas y respuestas con un grupo de cien estudiantes de 14 a 18 años en España, varios tuvieron el valor de subir al escenario y contar sus experiencias personales de abuso, a pesar de que otros se reían de ellos.

“Un tío mío abusó de un miembro de mi familia”, declaró una estudiante senior, “¡y está a punto de salir de la cárcel, como el que abusó de Lala en la película! No sabemos qué hacer…”

Una chica de 16 años dijo, “Quiero que sepáis todos que acabo de emanciparme de mi familia, que abusaba de mí, y ahora vivo por mi cuenta”.

“Mi exnovio me acosa”, confesó una quinceañera, “y no sé qué hacer”.

Afortunadamente, habíamos invitado a la proyección a orientadores y profesores que desconocían por completo la situación de esos alumnos y pudieron seguir de cerca y profundizar en el tema.

En el cuestionario que los 100 estudiantes rellenaron después de ver la película ese día había al menos 10 que admitieron haber sido víctimas de abuso, y muchos otros que conocían muy bien a otras víctimas. Dos estudiantes de ese centro decidieron crear un Club para luchar contra el abuso sexual.

Una estudiante universitaria de primer año en España insistió en hablar conmigo después de la proyección. Unos meses antes había ido a un fisioterapeuta porque le dolía el hombro. Él le convenció, mostrándole información en Google, de que necesitaba tocarle un punto en la vagina para curarle, y terminó metiéndole un vibrador. “Cuando me dijo que me pusiera de rodillas, como un perro, me di cuenta de lo que pasaba y huí. Al principio mi madre no me creyó, pero cuando por fin lo hizo y fue a plantarle cara, él lo negó todo. ¡Chelo, te ruego que me ayudes! Ahora tengo pesadillas y ni siquiera le dejo a mi padre que se me acerque. Quiero denunciar al fisioterapeuta pero no sé cómo”.

Le pusimos en contacto con Themis [www. mujeresjuristasthemis.org], una asociación de mujeres juristas que presta servicios legales pro bono a víctimas.

 

UNA HERRAMIENTA PARA ESTIMULAR COMUNIDADES

Una abuela panadera del norte de Minnesota (EE UU) oyó hablar de nuestra película y se puso en contacto conmigo para organizar un minifestival de películas sobre tráfico humano para Hackensack, su pueblo. Cuando vio nuestra película, cambió de opinión y se atrevió a organizar un simposio de dos días sobre Arenas de Silencio e invitarme, junto con Virginia, a formar parte del panel. Más tarde recibimos estas líneas: “Hoy, domingo, mi hija, mi nieta y yo hemos horneado suficientes barras de pan para costear uno de vuestros billetes de avión. De una en una”. Le dije que me había emocionado esa expresión [One loaf at a time hace pensar en One day at a time, algo así como “vive cada día sin agobiarte”] y ella decidió que su evento se llamaría “Simposio Sobre Violencia y Tráfico Sexuales One Loaf At A Time”.

Cuando le dije que iríamos a su pueblo…

IGNITE COMMUNITIES
El público de Minnesota da una ovación a la directora Chelo Alvarez-Stehle y la superviviente Virginia Isaias. Crédito de la foto: Jillian Gandsey
Sands of Silence in Minnesota
Virginia Isaias y Chelo tras proyectar Arenas de Silencio a 450 personas que llenaron las cuatro salas de cine del teatro de Hackensack (Minnesota), un pueblecito de 113 habitantes, a pesar de la tormenta de nieve. 
Linnea Dietrich (izquierda) y Lynnette Dirks, fundadoras de One Loaf at a Time (De barra de pan en barra).

… después de hacer una presentación el día anterior en la Universidad de Yale, sus paisanos se quedaron boquiabiertos. “Pero ¿saben adónde vienen?”, preguntaron. Según Wikipedia, Hackensack solo tiene 313 habitantes. Sin embargo, cuenta con un multicine de cuatro salas para los turistas que acuden en masa a los lagos circundantes en verano. El simposio se celebró en abril y, a pesar de la tormenta de nieve, la sala se llenó con 450 espectadores de toda la zona. ¡Fue nuestra proyección más grande hasta la fecha! El segundo día participamos en un panel junto con un juez, policías, dirigentes de ONG y líderes indígenas americanos. Una joven del lugar relató una experiencia personal impactante de captación de menores y manipulación psicológica que, al decir de la comunidad, “demostraba que este problema no ocurre únicamente en las noticias de tierras lejanas sino que es una amenaza muy real aquí, en casa”.

Salí de allí consternada por la cantidad de gente que, aun viviendo en comunidades remotas e incluso aisladas, participó durante las preguntas y respuestas, o vino a nosotras después con sus experiencias de tráfico y violencia sexual.

Después de irnos, tuvieron una reunión de seguimiento, de la que salieron 20 delegadas que se comprometieron a seguir concienciando con acciones concretas. Todavía me llegan correos y comentarios en Facebook sobre cómo nuestra labor de concienciación cambió la comunidad para siempre.

 

UNA HERRAMIENTA PARA ROMPER EL SILENCIO

Cuando el actor Robert Rusler (La La Land) presentó nuestra película y la ronda de preguntas durante el Festival Internacional de Cine de Malibu (California), donde recibimos el Premio al Mejor Documental y el Premio del Público, se le saltaron las lágrimas porque él también había sido víctima de abuso sexual y eso le marcó de por vida.

 

Malibu Intl Film Festival
El actor Robert Rusler presenta a Chelo en el Malibu Intl. Film Festival

En el Festival de Cine Latino de San Diego, un hombre mexicano-americano sintió la necesidad de contar su historia de abuso en público por primera vez. “Mi niñera me violó cuando tenía cuatro años. Con seis, mi tía empezó a abusar de mí. Más adelante fui yo quien iba a buscarla. Me habían despertado la sexualidad y no sabía lo que hacía. Ya cerca de la pubertad intenté hablar sobre ello con chicos mayores que yo pero la única respuesta era ‘¡Qué suerte tuviste!’ ”.

En el Festival de Cine de Derechos Humanos de Valencia (España), una refugiada colombiana dijo, “Nunca he tenido el valor de decirle a nadie que mi madre es prostituta. Pero tu película me ha dado la fuerza para hacerlo. Quiero que el mundo entero sepa que estoy orgullosa de mi madre, porque siempre me protegió y nunca me dijo qué tipo de trabajo hacía. Casi todos en mi familia y en mi pueblo me decían que nunca podría hacer nada con mi vida siendo hija de prostituta. Sin embargo, me formé y cuando comencé a hacer demasiadas preguntas sobre la desaparición de mi madre a manos de los paramilitares, también yo me convertí en su objetivo”.

At the San Diego Latino Film Festival, a Mexican American man felt compelled to tell his story of abuse in public for the first time. «I was raped by my nanny as a four-year-old. When my aunt started abusing me, I was six. Then it was me who at that young age started to look for her. I had my sexuality arisen and I didn’t know any better. When I was nearing puberty I tried to talk about it to older boys around me, but the only answer I got was, ‘Oh man, how lucky you are.’»

At the Valencia Human Rights Film Festival in Spain, a Colombian refugee said, «I never had the courage to share that I am the daughter of a prostitute. But your film gave me the strength. I want to tell the world that I am proud of my mother because she always protected me and never let me see the work she was doing. Most in my family and village told me I could never do anything with my life being the daughter of a prostitute. But I educated myself, and when I started asking too many questions about my mother’s disappearance at the hands of the paramilitary, I became their target, too.»

Chelo hugs woman who broke silence Valencia HRFF
Chelo abraza a una mujer que rompió el silencio en HumansFest – Valencia International Human Rights Film Festival.

UNA HERRAMIENTA PARA IMPACTAR DESDE EL COMIENZO

En 2008, se puso en contacto conmigo Rocío Watson, directora de WTLC, un refugio para mujeres supervivientes de violencia doméstica, violencia sexual y tráfico humano en el Condado de Orange (California). A raíz de recortes al presupuesto estatal, el refugio tendría que cerrar sus puertas y dejar en la calle a 150 mujeres y niños. Me pidió que hiciera un vídeo corto para un evento de recaudación de fondos. Entrevisté a varias mujeres del refugio para el corto y Rocío sugirió que hablara con Virginia Isaías, a quien acababa de conocer en una red de contactos de mujeres mexicanas y que trabajaba para el Distrito prestando servicios a migrantes. Virginia nunca había revelado su historia personal pero quería ayudar a las mujeres del refugio y se sinceró conmigo. Proyectamos un corto de nueve minutos durante un acto benéfico auspiciado por el Senador Lou Correa. Fue muy fuerte para Virginia verse en la pantalla y revivir los trágicos sucesos de su secuestro y explotación sexual forzada, pero ella ya se había comprometido a ayudar a poner fin a este crimen global. Ese día, 150 mujeres y niños se salvaron de vivir en la calle, y así nació nuestra película.

VIRGINIA
En 2010, dos años después de comenzar este documental, nos invitaron a Nueva York para proyectar fragmentos de nuestro trabajo en curso en la Cumbre de Mujeres en el Mundo: Historias y Soluciones. Le pedimos a Virginia que viniera con nosotros. Ese evento, inaugurado por Hillary Clinton y al que asistieron cientos de mujeres activistas de todo el mundo, hizo que Virginia fundara su propia ONG. Seis meses más tarde, Virginia, que casi no hablaba inglés, había creado una organización del tipo 501(c)3: la Fundación de Supervivientes de Tráfico Humano, actualmente dirigida por ella. A través de esta organización, brinda orientación y otros recursos a innumerables miembros de la comunidad que son víctima de abuso sexual, agresión sexual, violencia doméstica y tráfico humano.

LALA
Cuando proyectamos por primera vez la película terminada en Santa Mónica (California), Lala (la hija de Virginia) invitó a verla a sus jefes de Cinemark, el cine donde trabaja. Estos se emocionaron tanto con la historia de Lala y su madre, y con el trabajo voluntario que Lala sigue haciendo, que un año más tarde le rindieron homenaje en un evento WE [https://www.we.org/we-day/we-day-events/california2017/] celebrado en un estadio repleto en Inglewood (California), donde le entregaron un cheque de 10 000 dólares para la ONG que fundó su madre.

ANU
Después de haber sido rescatada de un burdel en Mumbai en 1996, Anu solo quería reconstruir su vida. Le daba mucho miedo contarlo y, como es de comprender, lo único que quería era encontrar un medio de ganarse la vida. Pero la entrevista que Chelo le hizo a Anu, publicada en la revista Planeta Humano (España, 1997), recibió el Premio en Efectivo del Editor y ese pequeño pero crucial hecho le permitió a Anu, que entonces tenía 19 años, ir a la escuela por primera vez. A pesar de que encontró muchos obstáculos en su camino, con la ayuda de Chelo y su marido Mark, y la de Anjana Shakya, presidenta de HimRights [www.himrights.org], Anu pudo más tarde abrir una pequeña tienda de comestibles. Al principio Anu se conformaba con una vida “normal” y criar a sus dos hijas, pero muy pronto se incorporó a la ONG administrada por supervivientes Shakti Samuha, donde lleva años trabajando infatigablemente contra el tráfico humano.